Poco tiempo he tenido para escribir cualquier cosa en estas semanas, lo cual aunque para mi es poco conveniente porque la escritura me distrae, me relaja y me ayuda a canalizar el cúmulo de ideas, datos, números, preocupaciones, pendientes, proyectos, metas y demás que tengo en mi cabeza, quiere decir también que estas semanas han estado llenas de trabajo y momentos de risa o películas o juegos en familia que me han negado la ocasión de estar solo y correr el lápiz o hacer clic clac a las teclas de la computadora, y pues qué mejor que estar acompañado con los seres amados, así que no hay queja.
Aquí dejo tres poemas / textos que es parte de lo poquito que he podido escribir en estos días… uno dedicado al encierro, uno más a los afectos que se truncan en la distancia pero que sobreviven en la memoria y uno más a propósito del día del niño y mi casa de la infancia.
Abrazos!!
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En tiempo de guarda
Que increíble es el encierro
Que te enseña a recordar y también a olvidar
Te hace soñar, cerrar los ojos y lanzarte a volar
Te quita, te da, te arrastra hasta el más profundo de tus demonios y te muestra que eres luz aún en la oscuridad
Que increíble es aislarse y obligarte a controlar la ansiedad, descubrir que las ganas de correr, de salir, de escapar no están si no quieres que estén,
si amas tus paredes y sus fronteras, a los cohabitantes de tu mundo
Y te apartas del universo exterior y recuerdas echarte un clavado y nadar en las aguas de tus emociones, romper con fuerza las olas de los miedos escondidos, sumergirte en tus sueños olvidados, bailar con los talentos y reconciliar tu corazón con los ruidos que lo ensucian y aprendes a escucharte, a perdonarte, a crecer y ser mejor
Que belleza es estar dentro, cuando dentro es lindo, limpio, cuando el ruido es tu respiración y el canto de las aves y el viento en las hojas de los árboles
Que increíble es el encierro que te hace olvidar lo que no tienes e irremediablemente te obliga a agradecer desde el fondo de tu corazón todo lo que no careces, la vastedad de las bendiciones que te tocan, te envuelven, te protegen, emergen desde el amor, la aceptación y el sabernos tan pequeños y ausentes de control, tan efímeros y frágiles
Que bonito es encontrarse con uno y encontrarse en paz, con paz en la mente, en el entendimiento y en el corazón, en la palabra y en la acción
No hace falta el auto, ni la comida de autor, la playa virgen o tener la razón
Basta la familia, el amor propio, Dios y el canto del ruiseñor.
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La impermanencia de los afectos
Es bien sabido, o al menos común decirlo
que nada es para siempre, que todo acaba o que hasta la belleza cansa
y la amistad no es la excepción que confirme la regla
los ciclos se cierran y los eternos se escapan
se van las complicidades y los sueños en común
se olvida lo que me encantaba de ti
lo que te gustaba de mí.
El humor común que nos hacía reír
la pena compartida que nos hacía llorar
y el destino separa los caminos
de la meta que luchábamos por conquistar.
Aquí nos dejamos abandonando la constancia
y la frecuencia, las llamadas, las cartas y los abrazos
las copas y los cafés, los cigarros y los después
incluso los tal vez.
Pero te quedas en mi corazón
sobrevives siempre en mi memoria
en las causas que a mi vida dieron razón
en las emociones que un día aceleraron mi corazón.
Amigo mío ni te dejo ni me voy
tan sólo me separo en el espacio y en el hoy.
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El hogar infantil
Volví a la calle de niño
A la esquina que tan feliz me hizo durante tantos años
En el cruce de los inmortales y el cauce del río
Donde la fantasía fue toda mía
El pasto que al centro dividía a los que iban y los que venían, fue para mí campo para el juego de pelota, descanso para secar el sudor o sombra para ver el humo desvanecerse
La reja blanca que tras el sonido del timbre o el eco del silencio se abría dando lugar y bienvenida a quien quisiera unirse a la magia que se escondía de tras.
Antes abrir la puerta y junto con ésta desvestir el corazón, una sonrisa siempre se asomaba desde la ventana frontal con barrotes o desde la ventana superior y entonces quien tocaba, se quitaba las cargas, dejaba las máscaras sobre el suelo para cargarlas al salir y entraba a casa y lo primero que veía era su propio reflejo, su propio niño en el espejo y un hola, un beso, un grito o un chiflido le hacían saberse en casa, bienvenido, comprendido.
Y se avanzaba sobre el rojo mosaico. De frente el gran comedor, abierto, majestuoso, con sus bodegones, sus caobas, el tic toc del reloj dorado y el candil pomposo que daba luz a todos los que ahí compartieran el alimento, los sabores de la risa, la empatía, los sabores de la unión, a todos los que brindarán al abrir el corazón, al deleite de una sazón.
Alrededor espacios amplios que recuerdo con los ojos abiertos
y puedo sentir que estoy en ellos. Dependiendo a qué etapa me
transporte puedo ver la sala que me vio sentarme un millón de veces en color beige o en color verde, y al fondo frente a ella, otra sala en caoba y tela crema y guinda.
Las mesas son de madera y mármol respectivamente y en medio la gran chimenea que es vigía al cuidado de una terracota y un juego de Lladró, que sin embargo rinden pleitesía al caballero que sobre el caballo les alerta colgado desde arriba.
El piano está al fondo rodeado de figurillas, resguardado detrás de los blancos barrotes y las cortinas recogidas que parecen propias de un palacio, al centro la dama de la casa, en un enorme pastizal observa todo, advierte todo, incluso cuando el oso que carga el salmón o el tigre que le asecha se han movido y abandonado su guarida sobre madera tallada.
Si la sala la miro beige me traslada a la adolescencia, pero si se vuelve verde es la sala entonces de niño, con sus cojines de tubo, aquella que inmediatamente me lleva a mi abuelo fumando en el sillón del rincón,
Hay un conjunto de ceniceros elegantes de cristal cortado, los porta vasos son de motivos taurinos y los sillones son ocupados por cada uno de los hijos,los tíos, los nietos, los hermanos y los allegados
Hay gente sobre ellos y debajo de ellos, sentados en el suelo. Un tocadiscos antiguo cuya aguja se mueve con perillas y se ilumina al centro en color naranja toca alguna música de fondo. El tigre y el oso tratan de guardar su lugar, pero son invadidos por vasos, cubas, ceniceros, cajetillas, platones de queso, aceitunas u otro tentempié que se anticipe al tiempo en que se compartirá el trabajo de toda la mañana de mamá
Con suerte serán unos bisteces molidos o pacholas y un spaghetti blanco, tras la comida, los más jóvenes se estarán detrás y frente a la barra de la cantina, donde antes de pasar a la sala, hizo los primeros brindis el patriarca y si desde ahí se voltea a la derecha, el altar a Cristo y a la virgen se contempla, ahí donde se heredó la oración de la navidad, ahí donde el padre persigna a la hija y la hija persigna a los nietos
Recuerdo también el baño que estaba ahí pegadito y cuyas ventanas tenían salida a la zotehuela y a la cocina, que se escondía al fondo tras el desayunador y la mesa de planchar, a un costado del guardacoches techado y por delante del garaje descubierto
Y desde ahí sentadito en el baño uno a veces escuchaba cosas que no debía oír, las quejas de la muchacha restregando la ropa en el fregadero o las pláticas discretas de algún tío, pero sobre todo se escuchaba la instrucción de la comida, hay que partir de esto, batir aquello se decía, prender fuego a la cacerola, exprímeme los limones, rebana las calabazas, prende la estufa, sácalo del horno, ya es hora de hacer las tortillas, etcétera, etcétera y así se conocía el menú del día
Otro buen rincón era el desayunador, más grande que cualquier comedor convencional pero más pequeño que el de aquella casona, ahí se servía la comida de lunes a viernes, las comidas a las que sólo asistíamos los que ahí vivíamos y por supuesto e invariablemente algún agregado, invitado con antelación o en la mesa por sorpresa, y sin razón, pero siempre recibido con carencia de animadversión.
Fuera de las horas de alimento,
el lugar perfecto de aquel espacio era la silla de la cabecera
o la pegada a ésta debajo de la ventana,
desde ellas se tenía acceso al teléfono fijo
montado sobre una mesita de madera redonda cubierta por una telita bordada y colocada en la esquina entre dichas sillas,
recuerdo horas ahí sentado hable y hable, a veces con risas y a veces con reprimenda
Desde ahí anunciaba con un grito la llamada a quien buscaran
fue la sede de los regaños infringidos por mi bajo desempeño escolar
también el cuartel en el intento
de las primeras palabras buscando conquistar
En esa casa fui feliz y que hermoso es recordar
a todos los testigos,
a los muros y paredes, rincones y escalones
ventanales, floreros, y habitaciones
Todos los lugares que guardaron mis miedos, mis sueños
mis anhelos, mis secretos, mis risas, mis llantos
y mis arrepentimientos, mis perdones
y el desarrollo de mis cojones
Mis dolores estomacales
mis desilusiones y mis penas
los abrazos de mi madre, los juegos infantiles
mi hermano, la tele, mover la antena, correr a contestar, bajar a cenar
prohibido sobre las camas brincar
Con sus defectos e imperfecciones en cada una de las habitaciones
Con una estructura humana disfuncional y atípica
en mi casa de niño, en la que tuve a mi niño
a la que he vuelto con mi mente
reconstruyendo las paredes y los colores que fueron caídos
en esa casa y en eso rincones, fui feliz.
Gracias Israel. Me encantan los poemas. Escribes súper bien.